08 enero 2013

Pesadillas.

Estaba allí sentada,  en la única silla de la pequeña habitación. No podía moverme, tenía las manos atadas a los brazos de la silla y estaba inconsciente, tenía un golpe en la cabeza y el pelo apelmazado por la sangre. En el momento en el que comienzo a moverme y a abrir los ojos, veo entre las sombras, frente a mi, una figura que reconozco al instante. Maldito asqueroso, está sonriendo. Quiero salir de allí, pero la puerta mi pilla lejos y él, demasiado cerca.
- ¿Cómo has salido de allí? - Le pregunto, tonta. Pero él debería estar encarcelado, ellos me lo aseguraron. Se ríe, y le brillan los ojos. Es repugnante. Me da vueltas la cabeza y mi vista no enfoca bien.
- ¿De verdad creías, princesa, que te ibas a librar de mí? El pasado siempre vuelve. - Se acerca a mí, y en ese momento me siento tan débil, sola y vacía que me desmayo.
Cuando despierto no recuerdo nada, pero puedo sentir el calor que desprende un cuerpo humano a mi lado, en el suelo. Intento incorporarme y me noto el cuerpo entumecido. Me duele la cabeza, me toco y descubro que el pelo está lleno de algo pegajoso. Sangre.
 Entonces lo empiezo a recordar todo, poco a poco. Me miro el cuerpo y veo que mi camiseta está rasgada pero inexplicablemente, sé a ciencia cierta que no me ha pasado nada. Miro a mi lado y lo veo. Asqueroso, repugnante, con los pantalones desabrochados, la ropa sucia y manchado de sangre.
Está muerto, y sé que yo he acabado con él.