24 marzo 2014

'Ser Policía no es una vergüenza, es un orgullo.'

Y eso es así. Es así si eres realmente consciente de lo que ese hecho supone; el hecho de tener que perder reuniones familiares, o la representación teatral de tu hijo porque estás de servicio por tener un horario 'fuera de lo común'. El tener que obedecer, a veces cosas con las que no estés de acuerdo, seguir un régimen disciplinario; tener que soportar todo tipo de agresiones y no poder hacer absolutamente nada por defenderte porque te han ordenado que aguantes y no respondas, porque sabes que no están agrediendo a tu persona, si no al uniforme que llevas puesto. Ese uniforme que tanto esfuerzo, sudor y lágrimas ha costado conseguir, y llevarás al día siguiente con igual, o más, orgullo que el día anterior. Porque es posible que no esté de acuerdo con una u otra orden o decisión, puede que estés de servicio, controlando una manifestación con la que estás totalmente de acuerdo, pero no puedes decir nada, solo rezar por que todo vaya bien, para todos. Puede que una mujer te esté gritando a centímetros de la cara, te esté culpando de cosas que ni te podías imaginar que alguien pudiera soportar; que en un tiroteo caiga tu compañero, o en una pelea, por un navajazo, o incluso, que una tranquila noche de servicio se convierta en un auténtico infierno. Y habrá que defender a todos aquellos que opinan que eres un hijo de puta que sólo existe para joder a la gente, y habrá que aguantar, porque es tu trabajo, tu deber.
Y por supuesto, habrá miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que no cumplan correctamente su cometido, habrá miembros corruptos, insensatos, egoístas... pero esos 'miembros' no son verdaderos Policías; no saben lo que con lleva realmente llevar el uniforme, y no representan ni una décima parte de todos lo que forman este gran equipo. Puede que estemos a las órdenes de otros, puede que nos lleguen a mangonear y tengamos que hacer cosas que no nos gusten, pero siempre podremos negarnos si cumplir lo que nos manden supone un riesgo contra el ciudadano al que juramos proteger, porque ese es el deber del Policía, proteger y ayudar al ciudadano de a pie. No se trata de nosotros, de conseguir más o menos dinero, o un nombre, un título... todo lo contrario: se trata de defender a los demás, por encima de nuestra propia vida.
Pero yo no tengo ni idea de nada, sólo soy una opositora entre miles. Y entre esos miles hay quiénes aún estén perdidos y no sepan qué hacen exactamente en este camino, quienes acaben corrompiéndose y quienes tengo esto claro como el agua y sientan lo que yo pretendo expresar: que cualquiera no puede ser Policía, pero hay quienes lo sienten de verdad. Y me quedan años para poder considerarme siquiera medio Policía, pero sé lo que es ver a mi instructores pasar, llenarme de orgullo y emoción y pensar, soñar que un día yo podré estar conduciendo el zeta; sé lo que es que me tiemblen las piernas sólo con imaginar el día en que me digan que he aprobado las oposiciones, que soy una más de esos pocos entre miles y miles de opositores que han conseguido entrar en la Academia Oficial de Policía; el día en que llegue allí y esté acojonada, pero orgullosa y con ganas de demostrar que valgo para ello y nadie podrá hacerme cambiar de opinión. O imaginar mi primer servicio y ponerme tan nerviosa que hasta me dé angustia.

Porque 'ser Policía no es una vergüenza, es un ORGULLO.'