20 enero 2014

Momentos.

Ese momento en el que empiezas a anteponer a otra persona antes que a ti, que a tus propios sentimientos, en el que adivinas o sabes lo que pasa por su cabeza sólo con echarle un vistazo, y te anticipas o intentas cogerlo antes de que se desate. Harás lo que sea por mantener todo eso a raya, aunque sólo lo retrases y después explote igualmente, pero en ese momento no importa, tienes que buscar ese punto de calma, de paz. Ese punto, lugar, momento o segundo, en el que todo se esfuma y se amaina la tormenta, al que poder regresar más tarde y ver está ahí ese soplo de aire fresco, ese momento de tranquilidad capaz de calmar hasta la furia más iracunda, como siempre, cada vez que lo necesitas. El momento en que esa otra persona empieza a importarte más de lo que hubieras podido imaginar, y serías capaz de lo imposible solo por una sonrisa. Incluso puede ser egoísta, porque sabes que no se merece no estar bien, que hay que calmar todo eso como sea, y que si algo va mal en ese lado, en este se puede abrir el suelo bajo tus pies; ha de haber un equilibro en ambos lados.
 Esos momentos que sabes que jamás olvidarás, que marcan un antes y un después: la primera vez que te fijas en alguien, una sonrisa, un simple abrazo que esconde mil cosas por decir, y cuando empiezas a decirlas; la primera vez que te enamoras, cuando acaba, y más tarde te vuelves a enamorar, pero es diferente, es de verdad. No sabes cómo ni por qué, pero lo sientes, cuando abres los ojos cada mañana, cuando se te acelera el corazón en un 'tenía ganas de verte', cuando un beso te devuelve todo lo que te faltaba y estabas esperando; lo sientes en las puntas de los dedos, en la piel al tacto de una caricia, en una mirada que dice todo lo que no se puede expresar de otra manera, en la sonrisa de 'daría lo que fuera por ti' y la de 'te voy a comer', y cuando no puedes dormir porque todo huele a esa persona y sabes que no vas a dormir nunca tan bien como cuando le sientes a tu lado, abres los ojos a media noche y ahí está. Lo sientes a cada momento.
Puede sonar a locura, pero ¿qué es el amor si no? Perder la cordura al creer que vas a explotar porque no sabes expresarlo, o al hacer el amor y que se escape en un susurro; volverse loco esperando ese tren que parece que nunca llega, pero lo hace, lo hace y pasas a volverte loco de alegría, o de tristeza, si lo ves marchar. Pero es un delicioso tormento.