Alguien que sin que se lo pidas te de un abrazo porque sabe que hay algo
tras tu sonrisa que te atormenta por dentro. Que te de un golpecito en
la nariz cuando estás despistada y te saque de tu mundo para llevarte a
un sueño, porque crees que al dormir sueñas que todo es maravilloso,
pero despiertas y ves que el verdadero sueño está a su lado.
Todos buscamos ese ángel capaz de pasear por nuestro infierno personal sin que ardan sus alas y nos saque de ahí, esa persona que hace que sonriamos sin quererlo. Alguien del que aprender todo un mundo de cosas nuevas, a quien mirar durante horas y aprender sus gestos, su forma de mirar y su manera de andar. Alguien al que poder dar todos los días un pedacito de nosotros. Y, por supuesto, que haga lo mismo por nosotros: que nos adivine el paso que vamos a dar y nos sorprenda, que nos haga suspirar.
Todos buscamos ese ángel capaz de pasear por nuestro infierno personal sin que ardan sus alas y nos saque de ahí, esa persona que hace que sonriamos sin quererlo. Alguien del que aprender todo un mundo de cosas nuevas, a quien mirar durante horas y aprender sus gestos, su forma de mirar y su manera de andar. Alguien al que poder dar todos los días un pedacito de nosotros. Y, por supuesto, que haga lo mismo por nosotros: que nos adivine el paso que vamos a dar y nos sorprenda, que nos haga suspirar.
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