Volar tan alto que se haga de noche, que no haya viento, por encima de las nubes. Tan lejos que nadie sepa quién soy, que no reconozca el idioma y todo parezca otro mundo. Y tan rápido que pueda dejar atrás cualquier cadena y evitar las zarzas que quieran atraparme.
Y volver. Volver solo donde quepan mis alas, donde no tenga que encogerlas ni esconderlas. Donde no les tengan miedo y las entiendan; donde haya tanto espacio y seguridad que pueda volar sin lanzarme a ello por los aires, solo caminando tranquila. Volver al abrazo de quien no las aprieta con fuerza, no las esquiva, no las evita o las ignora, sino que las acaricia y admira su potencial, su poder.
Por eso, quiéreme libre, sin jaulas, sin ataduras y sin explicaciones. Quiéreme en lo más alto y en lo más lejos, cuando no me veas ni sepas si voy a volver. Quiéreme entendiendo que allá donde esté, me guía el corazón, y nada que hagamos siguiéndolo estará mal hecho. Quiéreme sabiendo que cuanto más alto y más lejos llegue, más feliz seré. Quiéreme así, bien, y volveré: volveré a tus brazos y me quedaré en ellos tan cómoda y tan segura como entre las nubes.
Quiéreme libre, y seré tuya.
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